Esquivo la palabra porque no incluye mis costumbres, cual alma eterna pervive, sin emociones claras pero a la espera. Retumban en mis oídos, nítidas remembranzas de romanticismo bohemio, que sucumben a los deseos de viajar sin descanso y solo a veces se disfrazan de recuerdos.
Emocionada y asentada en el regazo de la ventanilla, disfrutando de la andanza, acallada como pájaro bailando entre el cielo y la fantasía, saboreando las páginas de un buen libro que me transporta desde la distancia a la utopía del vivir ajeno y se avista.
A dónde irán los sueños y quien los califica, a donde irán las esperanzas y cuantas viajan perdidas.
En mi pasión por los trenes, deleitándome del ronroneo de un vagón en movimiento, observando la historia a través del paisaje de una ventana e hipnotizarme por horas en los abrazos del pensamiento. Puede que Morfeo pase de largo entre los pasillos estrechos saturados de maletas llenas de memorias enlazadas a sus dueños, o puede que decida comprar un pasaje para sentarse a mi lado y ser compañero de ausencias por afables momentos. Si despierto soñolienta, aún con la respiración calma, descubro que mi acompañante mudó fugaz de asiento y así vuelvo a mis plumas, hojas y cuadernos, a escribir de nuevo desde mi voz oculta a plasmarla en pergaminos secos. Vuelve la mirada perdida, saboreando un café negro, cual aroma cautiva el instinto acechado de vagos recuerdos.
Me acomodo en el asiento donde aún se perciben perfumes de sus anteriores viajeros, embriagando la curiosidad de la historia que guarda cada uno de ellos.
¿A dónde viajarán sus sueños?
Me hechizo por transitar por lugares diferentes, acompañada de personas extrañas a la vista y sonrisas por conocer, aunque solo sea por unos instantes. Vuelvo a sentir la libertad de manera desigual, pensando en degustar una buena comida exótica lugareña o un buen vino brotado de las cepas de su tierra húmeda y a veces seca. Pasear al anochecer por las avenidas y las calles cayendo en la bohemia del tiempo y del viento en un breve espacio como si de un ritual se tratase, acompañada de la soledad del pensamiento, la música y comienzos. Cuales doncellas me brindan, las luces suaves de los fanales, camino abierto, que al mezclarse con los sonidos de la noche lúgubre, acompañan mis pasos pausados, de vuelta a las sábanas frías e inertes de un hotel perdido, alejado e incierto.
A dónde irán los sueños y quien los califica, a donde irán las esperanzas y cuantas viajan perdidas.
Mueve la experiencia insólita, única y perpetua que fallece en vida para revivir solamente en mis recuerdos, las ansias de arribar a buen puerto, bajo el velo de una estación llena de leyendas personales, lágrimas, abrazos y besos, al pie del andén aún manchado de despedidas desprendidas del corazón… mientras tiemblo.
Por fin el sonido del rechinar de las arandelas, avisando de la llegada a nuevas tierras, tumulto pegando sus protuberancias a las ventanas, esperando a ver saludos a mano alzada. Nervios, pesares, cansancio y alegrías bajan uno a uno del tren en fila, equipaje en mano y mundologías, quien sabe cuantos esbozan sonrisas.
A dónde irán los sueños y quien los califica, a donde irán las esperanzas y cuantas viajan perdidas.
Sigo esperando en el tren, sigo observando como pasan las vidas, ahora me pongo en pie, recojo mi maleta, mi paz y también mi propia vida.
Respiro por última vez, el breve perfume que dejó mi paso, tras sentir vuelvo a soltarlo de nuevo. Espero que en el próximo periplo de este tren sin frontera, el conurbano viajero que suba, pueda apreciar los vaivenes de las historias que recorren diario sus pasillos y asientos, se acomode con preciado viaje, acompañado de Morfeo, redescubra su alma, su paz y su guía e inspire el suave aliento que roza pulcro un sueño en esta vía.
A dónde irán los sueños y quien los califica, a donde irán las esperanzas y cuantas viajan perdidas.
A dónde irán mis sueños...
Lau
Lau
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